La historia del niño ciego que recuperó la vista tras una oración imposible**
Se llama Matías. Tiene 9 años.
Nació sin visión. Los médicos lo diagnosticaron con una forma degenerativa de amaurosis congénita.
Le dijeron a sus padres que nunca vería.
Ni rostros. Ni colores. Ni sombras.
Nada.
Y sin embargo, una mañana, Matías abrió los ojos… y vio la luz por primera vez.

Un caso sin explicación médica
La historia ocurrió en Córdoba, Argentina, y comenzó como cualquier otro día.
Matías se despertó temprano. Como siempre, su madre lo ayudó a vestirse.
Como siempre, se sentaron juntos a desayunar.
Y como cada domingo, se preparaban para ir a la pequeña iglesia del barrio.
Pero esa mañana, Matías dijo algo que nadie esperaba.
“Mamá… ¿esto es lo que se siente cuando se prende el sol?”
Ella pensó que era una metáfora.
Una frase aprendida en la oscuridad.
Hasta que Matías la miró, directo a los ojos, y dijo:
“Tus ojos son marrones.”
Una oración, una lágrima, y algo más
El día anterior, durante el servicio, el pastor había hecho una oración especial.
No era parte del ritual habitual.
Dijo que sentía una “presión en el corazón” que lo obligaba a pedir por alguien que aún no había visto la creación.
Puso la mano sobre la cabeza de Matías.
“Señor, si es tu voluntad… abre lo que el mundo ha cerrado.”
Matías no sintió nada.
Solo una lágrima tibia bajando por su mejilla.
Y después… paz.
Al día siguiente, la oscuridad dejó de serlo.
Los médicos no tienen respuestas
La familia corrió al hospital.
Los oftalmólogos hicieron pruebas. Revisaron sus pupilas, su retina, su cerebro.
El diagnóstico fue unánime:
“Esto no es posible. Matías no debía ver.”
Y sin embargo, veía.
Veía todo.
Colores. Rostros. Letras. Su reflejo.
Por primera vez, pudo verse a sí mismo.
“No soy un milagro, soy un recordatorio”
Hoy Matías juega al fútbol, dibuja dragones y dice que su color favorito es “el azul que tiene el cielo cuando Dios está contento”.
Cuando le preguntan cómo fue posible, él responde con una sonrisa:
“Yo no hice nada. Solo cerré los ojos… y Dios los abrió.”
Conclusión: hay cosas que la ciencia no puede medir
Muchos intentan explicar lo de Matías.
Dicen que fue un error en el diagnóstico.
Una coincidencia genética.
Un caso de recuperación espontánea nunca antes registrada.
Pero hay quienes lo ven de otra forma:
una intervención. Un regalo. Una señal.
Porque a veces, lo más claro no es lo que vemos…
sino lo que elegimos creer.
